miércoles, noviembre 21, 2007

Cuentos a cambio de sonrisas


La solidaridad y la cultura se dan la mano en la Maratón de Cuentos, una iniciativa que este año llega a la decimotercera edición con el mismo espíritu inicial, beneficiar a entidades que trabajan en el ámbito de la infancia y la juventud.

Para conseguir este objetivo, la » Fundació Xarxa [+] organizadora de la Maratón de Cuentos, involucra a personajes famosos del mundo de la política, el teatro, la televisión y el deporte para que participen en el espectáculo, ya sea explicando o leyendo un cuento o, incluso, cantando o recitando.

También subirán al escenario del Teatro Romea, sede de esta Maratón de Cuentos, el presentador Manel Fuentes; los locutores de radio Jordi Basté y Carles Capdevila y el humorista Fermí Fernàndez, entre muchos otros.


Este año, todo el dinero que se recaude irá destinado a la asociación sin ánimo de lucro Pallapupas-Pallasos de Hospital, que se dedica a mejorar la calidad de vida de los niños hospitalizados en Cataluña.


Las personas que quieran colaborar con este proyecto solidario pero que no puedan ir al Teatro Romea de las 10.30 a las 13.30 horas, pueden hacerlo a través de una fila cero.


Algo más.....

El candil de la nona.

Hay objetos, situaciones, personas…
que nos hablan más allá de lo que son,
porque nos hablan al corazón




En casa teniamos un candil.

Ha quedado en mi recuerdo como uno de esos objetos sin edad.

Como si a fuerza de estar y de alumbrar, hubiera logrado vencer el tiempo y permanecer.

Era una lámpara antigua de bronce. Tampoco podría afirmar, al revivirla hoy en mi recuerdo, si lo que la adornaba eran dibujos o simplemente arrugas con las que la vida y los acontecimientos habían ido ganándole un rostro.

Tenía ese noble color del bronce, y la capacidad de alumbrar en silencio.

Era una lámpara con pie. Cuando se la encendía, se la colocaba siempre en el centro de la mesa familiar. De ahí que su recuerdo lo tengo acollarado a las noches de invierno.

Porque en verano vivíamos a la intemperie, y entonces no se usaba la lámpara, sino un farol que se colgaba de las ramas del árbol del patio.

Pero la lámpara de bronce tenía esa rara cualidad de crear la intimidad. Objeto quedado, de entre miles de objetos idos, la vieja lámpara de bronce parecía haber asumido en lo más íntimo de sí su propia soledad, y quizá fuera de allí de donde sacara esa misteriosa fuerza para crear la comunión.

Cuando entrada la noche se encendía la lámpara, parecía que su luz quieta hiciera crecer a su alrededor el silencio, y no sé qué misterio viejo. Mirando su llamita, los niños dilatábamos las pupilas, y quietos de cuerpo y alma, remábamos tiempo adentro. Hacia esa época legendaria en que grandes vapores llenos de inmigrantes avanzaban por el mar hacia nosotros. En uno de ellos había venido a desembarcar en nuestra mesa aquella lámpara.

Entre nosotros su luz creaba esa misteriosa realidad de hacernos sentir con raíces, viniendo de un tiempo viejo. Sabíamos que en otros tiempos su luz había alumbrado fiestas bulliciosas; que en ocasiones había creado la sombra precisa para ocultar una mirada furtiva; y que su llama había mantenido la luz necesaria para alimentar las confidencias.

En aquellos tiempos viejos, quizá había sido en las noches de la llanura la única respuesta de luz en leguas a la redonda, para el diálogo de nuestros abuelos con las estrellas.

No la sentíamos vieja. Porque intuíamos que había superado el tiempo. De la misma manera no nos atrevíamos a llamar vieja a una fruta madura. Madura de alumbrar, había terminado por asumir la vida en sí misma. Uno sabía que esa madurez de vida era el combustible que le permitía seguir alumbrando quieto.

Porque tenía una rara manera de alumbrar sin hacer ruido: Tenía una luz mansa.

Aparecía entre nosotros a eso de la oración; y su presencia en la mesa familiar convertía en liturgia esos ritos primordiales de partir en cada plato la polenta humeante y el guiso oscuro y fuerte.

Cuando luego de unos años de ausencia volví a mi familia, la vieja lámpara ya no estaba allí con su color bronce y su luz mansa. Pero su ausencia seguía creando ese hueco de silencio familiar.

El candil de la nona fue en mi vida uno de esos objetos vivientes que me enseñaron que los humanos también tenemos raíces.

*************

Señor,
ayúdanos a cambiar nuestra mirada,
a descubrir lo profundo
que se esconde
en lo cotidiano de la vida diaria.
Tú pasas cerca,
caminas la vida al lado nuestro.
Danos una mirada
que nos descubra tu presencia,
para aprender a rumiar la vida
y a saborear la existencia.
- Que así sea-

El corazón.....



El corazón tiene las dimensiones de un puño y su forma es semejante a la de una pera con la punta hacia abajo. El corazón es el órgano que simboliza el amor; sigue el ritmo de las emociones. Normalmente en una persona adulta el corazón se contrae entre sesenta y setenta veces por minuto. Pero en el de una persona enamorada muchas veces más; a veces llega hasta cien sin que ni siquiera se dé cuenta. El corazón es el último órgano en rendirse, continúa latiendo incluso cuando está separado del organismo; incluso cuando te abandona la persona amada, incluso cuando ya no quieres sufrir más, porque pierdes el control sobre él cuando está enamorado, cuando tu corazón late fuerte por otra persona ya no eres tú quien manda, manda él.