miércoles, noviembre 15, 2006

Se me olvidó que te olvidé.......


“Se me olvidó que te olvidé, se me olvidó que te dejé, lejos muy lejos de mi vida, se me olvidó que ya no estás, que ya ni me recordarás, y me volvió a sangrar la herida…y la verdad no se porqué, se me olvidó que te olvidé, aunque nada se me olvida.Yo te recuerdo cariño, mucho fuiste para mi, siempre te regalé mi encanto, siempre te lleve mi vida, hoy tu nombre se me olvida…se me olvidó que te olvidé”
Recuerdo a un amigo que tenía la teoría de que
la gente estaba triste porque no cantaba.
Lo recuerdo entrando en los bares y preguntar:
”¿Aquí se puede cantar?”…
Decía que en todos los sitios en que se cantaba a diario
la gente tenía entusiasmo, alegría y la verdad es que de eso sabía…
Esta mañana, al entrar al baño, me sorprendió gratamente escuchar
una canción.
En la calle también escuché cantar flamenco,
saliendo de una furgoneta y con una lata de cerveza en la mano,
y al volver, abro las ventanas
y escucho todo un repertorio de viejos boleros,
silbados o cantados.
Compensa, esto de las obras de los vecinos,
quién lo diría cuando comenzaron.
Le doy la razón a mi amigo otra vez
y me parece que me pasaré la tarde
tarareando boleros…
Me han contagiado el entusiasmo!!!

Se deja de querer...




Amor feliz que da sin tasa,
pues solo pide, a cambio amor;
amor que deja, cuando pasa,
no la ceniza de una brasa,
sino el perfume de una flor.
Amor que al irse no esta ausente;
amor sin dudas y sin fe,
como este amor intranscendente,
que, si llegó calladamente
calladamente se fué.

Se deja de querer,
y no se sabepor qué se deja de querer.
Es como abrir la mano y encontrarla vacía,
y no saber, de pronto, qué cosa se nos fue.
Se deja de querer, y es como un río
cuya corriente fresca ya no calma la sed;
como andar en otoño sobre las hojas secas,
y pisar la hoja verde que no debió caer.
Se deja de querer, y es como el ciego
que aún dice adiós, llorando,
después que pasó el tren;
o como quien despierta recordando un camino,
pero ya sólo sabe que regresó por él.
Se deja de querer, como quien deja
de andar por una calle,
sin razón, sin saber;
y es hallar un diamante brillando en el rocío,
y que, ya al recogerlo, se evapore también.
Se deja de querer, y es como un viaje
detenido en la sombra, sin seguir ni volver;
y es cortar una rosa para adornar la mesa
y que el viento deshoje la rosa en el mantel.
Se deja de querer, y es como un niño
que ve cómo naufragan sus barcos de papel;
o escribir en la arena la fecha de mañana
y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.
Se deja de querer, y es como un libro que,
aun abierto hoja a hoja, quedó a medio leer;
y es como la sortija que se quitó del dedo,
y sólo así supimos que se marcó en la piel.
Se deja de querer,
y no se sabepor qué
se deja de querer...

No somos irrompibles...



Los cristales pueden quebrarse.

A veces basta un leve golpe de abanico.

Las telas suelen desgarrarse al contacto de una diminuta astilla.

Se rasgan los papeles...

Se rompen los plásticos...

Se rajan las maderas...

Hasta las paredes se agrietan,

tan firmes y sólidas que parecen.

¿Y nosotros?

Ah!...

Nosotros tampoco somos irrompibles.

Nuestros huesos corren el riesgo de fracturarse,

nuestra piel herirse...

También nuestro corazón,

aunque siga funcionando como un reloj suizo

y el médico nos asegure que estamos sanos.

¡CUIDADO! ¡ FRÁGIL !

El corazón se daña muy fácilmente.

Cuando oye un "no" redondo o un "sí" desganado,

una especie de "nnnnsí" y merecía un tintineante "¡Sí!"...

Cuando lo engañan...

Cuando encuentra candados

donde debía encontrar puertas abiertas.

Cuando es una rueda que gira solitaria día tras día...

noche tras noche...

Cuando...

Entonces, siente tirones desde arriba,

por adelante, desde abajo, por detrás...

o es un potrillito huérfano galopando dentro del pecho.

¿Se arruga?¿Se encoge?¿Se estira? No.

Late lastimado.

¿Y cómo se cura?

Solamente el amor de otro corazón alivia sus heridas.

Solamente el amor de otro corazón las cicatriza!!!!!!!!.

A merced de las palabras.....








Estamos a merced de las palabras.
Ellas gobiernan nuestros pensamientos
mucho más de lo que los obedecen.