lunes, septiembre 22, 2008

Hoy empieza el otoño







LLEGÓ EL OTOÑO


¡Qué la nueva estación os sea propicia a todos!

Hijo no me eduques

¡Qué bonita familia la de Don Edmundo y Doña Fina!, con 45 años de matrimonio y cinco hijos. Tienen suficientes motivos para estar orgullosos de ella, pues sus muchachos son hombres y mujeres de bien. Valió la pena los sacrificios que hicieron para sacarlos adelante.

Sin embargo, ¡cómo han cambiado las cosas! Antes solían ser Don Edmundo y Doña Fina los que daban consejos y- por qué no reconocerlo- también órdenes.

Pero de un tiempo para acá, cada vez que se reúnen en familia son ellos dos los que se quedan callados escuchando a sus hijos decirles qué es lo que deben o no de hacer.

Por poner algunos ejemplos: Beto quiere que su padre ponga una ferretera como la de él. ¡Imagínese!, a sus 70 años volverse empresario cuando toda su vida fue maestro. Concha, por su lado, quiere que su madre empiece a estudiar la prepa en la misma escuela a la que asiste su nieta.

Esta singular pareja no es la única que pasa por esta situación. A medida que pasa el tiempo y las familias crecen en edad, suele suceder que los padres pasan de ser educadores de sus hijos a querer ser educados por ellos.

Los hijos, por lo general, se encuentran en la etapa más productiva de la vida. Son independientes y muchas de las veces se convierten en el sostén económico y moral de los padres. Por tal motivo, creen contar con la autoridad suficiente para que sus iniciativas sean obedecidas por ellos.

Es entonces cuando surgen las comparaciones de lo que los padres son y lo que a juicio de sus hijos deberían de ser. Ahora todos los comentarios empiezan con Deberías ser como..., olvidando que cuando se era niño no había cosa más molesta que los padres recurrieran a las comparaciones.

Es también frecuente hacerles ver lo que ya no son. El antes se convierte para los padres ancianos en otra forma de reproche de lo que antes fueron y que sus años ya no les permiten ser: Antes salías con tus amigas, ya no manejas como antes, pero si antes podías hacerlo.... Pero la forma más grave de hacerles sentir a los padres que ya no son lo que sus hijos quisieran que fueran, es no escuchándolos.

Es más fácil cerrar los oídos a sus necesidades, miedos, expectativas o preocupaciones y pensar que están chochando, que tener que aceptar que, en efecto, esos padres que algún día fueron el punto de apoyo, son ellos ahora los que lo necesitan.

Amar es aceptar sus limitaciones.

Es doloroso ver que aquel papá que muchas veces acudió en auxilio cuando se estaba en problemas, o la mamá que todo lo resolvía, son hoy quienes necesitan de los hijos.
Pero más doloroso es aceptar que de hoy en adelante hay que andar solos por los caminos de la vida, y que los padres han cedido la delantera a sus hijos.


Es éste el motivo principal del por qué muchas veces los hijos exigen a sus padres que no dejen de ser lo que eran: quieren seguir viendo a sus padres fuertes y seguros de sí mismos. Sus regaños y reproches son sólo un mecanismo de defensa. Reconocer sus limitaciones no es dejar de amarlos. Antes se les amó por los cuidados que prodigaron a sus hijos. Hoy se les ama porque gracias a ellos se a aprendido mucho y se está al cuidado de alguien más.
Lo más importante: respeto.


Los padres ancianos merecen el mismo respeto que cuando eran jóvenes.


Respetarlos es:
Permitirles que sean como son ahora y no como fueron antes. Es común que cuando los padres han llegado a la tercera edad, su vida pierda actividad pues, ya sea por el retiro o porque ya no tienen las mismas obligaciones, su vida se vuelve más sedentaria.

Escucharlos realmente tratando de entenderlos y no caer en: Dale por su lado. Tal vez por la edad, las personas tienden a hacerse de ideas más fijas, pero eso no significa que su opinión no tenga validez.

Cuando se les dé un consejo, cuidar que sea precisamente eso, un consejo y no una imposición.

Si algo es seguro en esta vida, es que todo ser humano llegará a viejo (a menos que muera antes), y la cobija con que uno se dará calor en su vejez estará hecha con la misma puntada con que hoy tejemos la de nuestros ancianos.



Para no pasar fríos procuremos que esté hecha de amor y comprensión.




La cáscara de huevo

Controla tus palabras

La Cáscara de Huevo. Blog de Poder

“¡Te odio, Alicia!” , le gritó Tom. “¡Más nunca vuelvas a entrar a mi cuarto! ¡Eres una ladrona!”“¡Eh, que dices!” , llamó el abuelo, que venía por el pasillo. “¿De qué se trata toda esta gritería?”“Tom dice que yo le robé sus tijeras, pero yo no lo hice” , gritó Alicia desde su habitación. “¡Él es un mentiroso y también es mejor que no vaya a entrar en mi habitación!” , terminó de decir Alicia y cerró la puerta de un tirón.

Con un suspiro, el abuelo revisó la estancia. No pasó mucho tiempo antes de que él descubriera las tijeras de Tom sobre la mesa del pasillo. Ambos niños, muy enojados, insistieron en que el otro las había dejado allí.

“¡Silencio!” , ordenó el abuelo. Les hizo señas de que les siguieran y se dirigió hacia la cocina, donde puso un huevo y una taza vacía sobre la mesa. “¡Alicia, rompe este huevo y échalo en la taza!” , le dijo el abuelo. Los niños se preguntaban dónde se dirigía el abuelo con todo esto, pero Alicia obedeció.“¡Ahora, tú, pon el huevo de regreso dentro de la cáscara. Por favor, en la misma forma en que estaba antes!”, le dijo el abuelo a Tom.Tom frunció el ceño. “¿Qué quieres decir?” , le preguntó. “Esto es imposible abuelo. Tú no puedes arreglar un huevo roto” . “¿Igual que Humpty Dumpty, no?” , dijo el abuelo con una risita.

Entonces se puso serio. “El punto es que hay otra cosa como Humpty Dumpty, algo que NO puede ser arreglado fácilmente. Estoy pensando en los sentimientos. Niños, ustedes se dijeron cosas feas entre sí. Recoger las palabras es algo tan imposible como componer un huevo”.

Ambos niños se sintieron mal. “Nunca se les olvide lo dañinas que pueden ser las palabras” , les advirtió el abuelo. “Dios dice que la lengua es como un fuego que no puede ser apagado. Así es el gran daño que pueden hacer las palabras. Aun cuando dices que lo sientes, esto no hace que se desaparezcan”.

“Lo siento”
, Tom le dijo a su hermana. “Sí, … bueno,… yo también” , contestó Alicia. “Puedes entrar en mi habitación, si lo deseas”.


¿Qué tal Tú?¿Tienes cuidado de las palabras que dices, o dices las cosas antes de pensarlas? Aun cuando te disculpas, la otra persona puede que aún recuerde esas palabras que dijiste. Pídele a Dios que te ayude a controlar tu lengua.


Antes de dormir: La cáscara de huevo rota. Blogs Cristianos


No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan.

Efesios 4:29

El efecto mariposa




Él era un hombre normal y corriente, hombre de traje y de negocios. Ese día salió de su oficina con la cara tensa y la sensación pastosa en su boca. Sacó su nuevo mp4 y se dirigió a la parada de autobús sintiendo los músculos de la cara entumecidos. Llevaba todo el día sin sonreír. Llegó a la parada y se apoyó en una de las columnas pensando en mover los tendones de las mejillas para liberarlas de ese dolor que se iba apoderando de ellas. Pero tampoco quería parecer estúpido, sonriendo como un bobo. Llegaba el autobús y decidió sacar el euro con el que pagaría el viaje. Subió al transporte y al ver al pobre conductor con mirada triste y aburrida le sonrió. Fue como si liberaran todo su rostro de una pesada carga y se sintió más ligero y feliz. El conductor le devolvió la sonrisa con sorpresa. Llevaba todo el día conduciendo y nadie le había dirigido ni una mirada.

Cuando el hombre de negocios se bajó, el conductor iba mas animado. En ese instante una chica joven se montó en el autobús y el hombre la dirigió otra sonrisa alegre. Ella también sonrió. Detrás de ella, estaba una anciana arrugada que iba cargada con tres bolsas de la compra llenas. La joven se fijó en la pobre mujer y decidió ayudarla. La encontró un asiento entre la gente que iba montada y se ofreció a sujetarla las bolsas mientras pagaba el viaje. La anciana se bajó del autobús tres paradas después agradecida para con la muchacha. Enfiló una callejuela estrecha con sus tres bolsas en la mano y llegó a un viejo portal. Allí estaba, sentado en el umbral un hombre. La anciana, antes de pasar, le sonrió y le muchacho quedó gratamente sorprendido. Se quedó pensando. Antes de que la anciana llegase él se estaba planteando el suicidio. Sentía que nadie le quería y que el mundo iba y venía sin contar con él. Pero, cuando la mujer había llegado y le había sonreído sin razón alguna le había dado ánimos. Porque si esa persona le dedicaba aunque fuese una simple sonrisa de su arrugada carita merecía la pena vivir.
Sonrió.

"Ojala nos anime esta reflexión
y contagiemos sonrisas y alegría
a todas horas."