viernes, febrero 09, 2007

El sol de la vejez.

Empezamos a envejecer en el momento en el que nacemos...





Qué difícil es envejecer con alegría y naturalidad
¡Qué duro es reconocer que se ha entrado en el
atardecer de la vida y captar, al mismo tiempo,
que aún queda mucho por hacer! Y al mismo tiempo,
que eso que queda por hacer es algo muy distinto,
¡Aunque no menos importante que lo hecho hasta ahora!

Hay tres cosas y que producen pena: Un "viejo" de
cuarenta años, un viejo que se cree "joven" y un viejo
que se cree "muerto". Y unas que producen alegría:
Un "joven" de ochenta años, es decir un viejo que
asume la segunda parte de su vida con tanto coraje
e ilusión como la primera. Pero para ser uno de esos,
hay que aceptar, que el Sol del atardecer es tan
importante como el del amanecer y el del mediodía,
aunque su calor sea muy distinto.


El Sol no se avergüenza de ponerse, no siente
nostalgia de su brillo matutino, no piensa que
las horas del día le estén "echando" del cielo,
no cree que es menos luminoso ni hermoso porque
el ocaso se aproxima. Tampoco su resol sobre
los edificios es menos importante o necesario
que ,el que hace algunas horas, hacía germinar
las semillas en los campos o crecer las frutas
en los árboles. Cada hora tiene su gozo y el Sol
cumple, hora a hora, con su misión.

Es verdad que la Naturaleza es más piadosa
con las cosas, que los hombres con ellos mismos.
Nadie desprecia al Sol de la tarde, ni le empuja
a jubilarse, ni le niega el derecho a seguir
dando su luz, débil, pero luz verdadera, necesaria,
a veces la más hermosa. ¡Qué bien sabe el enfermo
lo dulce de este último rayo de sol que se cuela,
por la última esquina de la ventana!

¡Si todos los ancianos entendieran que su sonrisa
puede ser tan hermosa y fecunda, como ese último
rayo de sol antes de ponerse! ¡Si comprendieran
que el Sol nunca es amargo, aunque sea más débil!
¡Si pensaran lo orgulloso que se siente el Sol de ser
lo que es, de haberlo sido, de seguirlo siendo hasta
el último segundo de su estancia en el cielo!
¡Señor, no me dejes marchar hasta haber repartido
el último rayo de mi pobre luz!.

2 comentarios:

pensando con el corazon dijo...

Es cierto Dulce, Lo peor de envejecer es no haber aprendido a hacerlo, sencillamente porque no se aprendió a vivir, y los años se fueron sin que pudiésemos llegar a descubrir, lo realmente importante de la vida... ELLA MISMA!!!...

Cada dia, incluye amanecer, atardecer y noche.. a cuál más bello y oportuno... Hay que vivir cada día, como si fuese el último de nuestra vida..y asi siemprre seremos Jóvenes y Ancianos al mismo tiempo...

maria-rosa dijo...

Uno no se hace viejo interiormente, a no ser que una enfermedad no te deje ver el atardecer, bueno es darse cuenta de las posibilidades que cada cual tiene a la llegada del ocaso y saber aprovechar cada segundo mirando hacia tras sin nostalgia ni rencores, eso lo dejaremos para nuestros queridos recuerdos que tanto nos hacen sonreír o llorar.
Es otra etapa de la vida, que se le da mas valor al pensamiento que a los hechos. Saludos
MªRosa