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martes, agosto 22, 2006
La victoria
En la época en que trabajaba en el Sahara como piloto de un avión postal, el escritor Saint-Exupéry hizo una colecta entre sus amigos de la base aérea; un empleado marroquí deseaba volver a su ciudad natal. Consiguió juntar mil francos. Uno de los pilotos transportó al empleado hasta Casablanca y cuando volvió contó lo que había sucedido: “No bien llegó, se fue a comer al mejor restaurante, distribuyó generosas propinas, le pagó bebidas a todos. Con el dinero que sobró, compró muñecas para las niñas de su aldea. Este hombre no tiene el menor sentido de la economía.” “Al contrario”, le respondió Saint-Exupéry. “El sabe que la mejor inversión del mundo es la gente. Al gastar de esa manera, consiguió nuevamente ganar el respeto de sus coterráneos, que seguramente le van a dar trabajo. Al final de cuentas, sólo un vencedor puede ser tan generoso.”
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